De la nada a
Todasana
La tensión rutinaria, a veces,
puede acumularse al punto de sentir que es necesario encontrar un tiempo para
poder despejar la mente, y mejor si es cerca del mar
Era viernes 17 de enero, y la rapidez urbana, la
inseguridad, y las responsabilidades, solo me hacían pensar en el típico sitio
que se le ocurre a las personas que aman estar en contacto con la naturaleza:
la playa.
Eran las 2 de la tarde, revisaba mi
celular en busca de algún plan. Mientras manejaba a mi casa, después de visitar
a un amigo muy cercano, sonó mi celular. Como buen conductor, dejé que la
llamada pasara y cuando me estacioné, devolví la llamada. Como anillo al dedo,
un amigo de infancia, me propuso un plan para irnos a la playa desde ese día a
las 5:15 pm hasta el domingo, el destino era una casa en Todasana, sitio
ubicado en la parroquia Caruao, estado Vargas, donde ya estaban otros amigos. Me
dirigí al mercado más próximo y gaste 800 Bs. en comida, que fue poca, para no
llegar con las manos vacías. A las 5 en punto, ya me estaban buscando.
El viaje en carretera pasó mientras hablábamos
y escuchábamos reggae. Eran las 9:25 pm. y estábamos pasando ya por Todasana,
lugar donde aplica el refrán “Pueblo chiquito, infierno grande”, todo el mundo
se conocía y veían el carro pasar como si fuésemos unos extraterrestres. Un
poco mas adelante del pueblo, llegamos a la entrada de la casa. Ahí quedé
impresionado, estaba en medio de la naturaleza. En el patio todo estaba poblado
de frondosas y coloridas plantas que indicaban el camino hasta donde pasaba un
río. “Deja tus bolsas en la sala y sal de una vez”, me dijeron. Saludé, apagué
mi celular, hice caso y salí ansioso.
El río era lo máximo, cada persona
del grupo estaba sentada en una piedra mientras hablábamos. A las 11:20 pm.
entramos a la casa, gracias al frío y a las cajas de cervezas, claro, y detallé
que el piso era color rojo, las paredes amarillas y el techo verde claro, y me
recordaban a la bandera Rastafari. Al día siguiente, en la mañana, fuimos a Playa
Larga, de 400 metros de longitud y aguas claras y frías, y estuvimos todo el
día ahí, entre cervezas, arena y música. Al llegar a la casa, casi a las 6:50
pm. solo tuve energías para cocinar, comer y luego ayudar a lavar los platos.
Luego dormí en la sala como un bebé.
El domingo nos despertamos temprano,
los pájaros cantaban y los mosquitos hacían de las suyas. Estuvimos en el río a
las 9:00 am. y luego, a las 10, decidimos ir a la playa un rato. Ya las
cervezas se habían acabado, solo teníamos agua y sobraban las ganas de
quedarnos. A las 3:30 pm. nos devolvimos a casa. Ahí recordé que tenía celular,
pero sin señal, por lo que todos decían: “Estamos en un retiro espiritual”. De
vuelta, el carro ya iba con dos personas más. Todos queríamos quedarnos, pero
estábamos felices porque habíamos disfrutado. Yo, personalmente, me sentía
preparado para volver a la rutina.
Playa Larga, Todasana, edo. Vargas |
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