Simpatía
a cambio de ventas
Trabajar en
un mercado municipal vendiendo verduras y vegetales no solo significa el dar un
producto para recibir dinero, sino también lidiar con todo un público de
distintas condiciones
Son las seis de la mañana y Carlos Delgado ya
estaba parado frente a la puerta del Mercado Municipal de Chacao, esperando a
su socio que llegaría en cualquier momento en un camión con toda la mercancía.
No habían pasado quince minutos cuando Carlos, lleno de energía, ya estaba
acomodando su puesto de trabajo, el cilantro en su lugar, seguido de pepinos,
cebollas, lechuga, apio y cebollín. Arregló velozmente porque sabía que los
clientes llegarían más rápido de lo que pensaba.
Oficialmente se dio la primera venta del día. Su
primer cliente, una señora de edad avanzada, agarró tres pepinos, por lo que
Carlos dijo: “Son 30 bolívares”. La señora, sin disimulo alguno, exclamó
sorprendida: “¿Qué? Todo está carísimo, no tiene explicación ni razón”, típica
frase con la que muchos expresan sus quejas, y hasta terminan yéndose, como esa
señora, sin comprar nada.
“Dame cuatro cebollas ahí, por favor”, exclamó un
señor, de unos cincuenta años y con mala cara, mientras le decía a Carlos que
solo tenía cincuenta bolívares en la cartera, y que no soportaba que su esposa
lo mandara a comprar, cuando podía hacerlo ella. Solo reír y seguir la
corriente, aunque no comparta dicha opinión, es lo que le queda a Carlos, que
necesita ser simpático para que al día siguiente vuelvan a comprarle y no lo
vean de mala manera. “Dígame usted, ¿no cree que este presidente debería estar
bien lejos? Capaz en Cuba”, le preguntó una señora, de setenta años
aproximadamente, con un bastón y una bata de dormir, mientras que Carlos
resolvía cómo dividirse en dos: necesitaba atender a otra persona, pero también
contestarle a la señora, mientras recibía cierta cantidad de dinero y daba el
vuelto correspondiente.
Ya eran las 12:45 pm. Minutos antes, Carlos estuvo
en la incomoda situación de no poder venderle apio, y lo último que le quedaba
de cebollín, a un hombre que se acercó a pedir pero sin disponer de suficiente
dinero, mientras le hablaba de la gestión del gobierno y nombraba a Hugo Chávez
a cada instante y trataba de convencerlo de que le fiara en nombre de “La
revolución”. Era la 1:45 pm. y ya prácticamente Carlos no tenía mercancía
disponible, se agachó a contar su dinero mientras que una sonrisa se adueñaba
de la expresión de su cara, había ganado más de lo que gastó en mercancía.
No es fácil trabajar de esta manera, el contacto
con el público puede ser escaso, como puede ser intenso. Comparta o no lo que
le dicen, a Carlos no le queda más que sonreír para caer bien a los clientes,
ya que tiene un puesto fijo en el mercado. Y más difícil aún es tener que
respirar hondo, como lo hace cada día de trabajo, cuando se quejan de los precios de los productos y terminan yéndose sin comprar
nada.
El Mercado Municipal de Chaco en un día de actividad |
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