jueves, 16 de enero de 2014

Simpatía a cambio de ventas

Simpatía a cambio de ventas
Trabajar en un mercado municipal vendiendo verduras y vegetales no solo significa el dar un producto para recibir dinero, sino también lidiar con todo un público de distintas condiciones

Son las seis de la mañana y Carlos Delgado ya estaba parado frente a la puerta del Mercado Municipal de Chacao, esperando a su socio que llegaría en cualquier momento en un camión con toda la mercancía. No habían pasado quince minutos cuando Carlos, lleno de energía, ya estaba acomodando su puesto de trabajo, el cilantro en su lugar, seguido de pepinos, cebollas, lechuga, apio y cebollín. Arregló velozmente porque sabía que los clientes llegarían más rápido de lo que pensaba.

Oficialmente se dio la primera venta del día. Su primer cliente, una señora de edad avanzada, agarró tres pepinos, por lo que Carlos dijo: “Son 30 bolívares”. La señora, sin disimulo alguno, exclamó sorprendida: “¿Qué? Todo está carísimo, no tiene explicación ni razón”, típica frase con la que muchos expresan sus quejas, y hasta terminan yéndose, como esa señora, sin comprar nada.

“Dame cuatro cebollas ahí, por favor”, exclamó un señor, de unos cincuenta años y con mala cara, mientras le decía a Carlos que solo tenía cincuenta bolívares en la cartera, y que no soportaba que su esposa lo mandara a comprar, cuando podía hacerlo ella. Solo reír y seguir la corriente, aunque no comparta dicha opinión, es lo que le queda a Carlos, que necesita ser simpático para que al día siguiente vuelvan a comprarle y no lo vean de mala manera. “Dígame usted, ¿no cree que este presidente debería estar bien lejos? Capaz en Cuba”, le preguntó una señora, de setenta años aproximadamente, con un bastón y una bata de dormir, mientras que Carlos resolvía cómo dividirse en dos: necesitaba atender a otra persona, pero también contestarle a la señora, mientras recibía cierta cantidad de dinero y daba el vuelto correspondiente.

Ya eran las 12:45 pm. Minutos antes, Carlos estuvo en la incomoda situación de no poder venderle apio, y lo último que le quedaba de cebollín, a un hombre que se acercó a pedir pero sin disponer de suficiente dinero, mientras le hablaba de la gestión del gobierno y nombraba a Hugo Chávez a cada instante y trataba de convencerlo de que le fiara en nombre de “La revolución”. Era la 1:45 pm. y ya prácticamente Carlos no tenía mercancía disponible, se agachó a contar su dinero mientras que una sonrisa se adueñaba de la expresión de su cara, había ganado más de lo que gastó en mercancía.


No es fácil trabajar de esta manera, el contacto con el público puede ser escaso, como puede ser intenso. Comparta o no lo que le dicen, a Carlos no le queda más que sonreír para caer bien a los clientes, ya que tiene un puesto fijo en el mercado. Y más difícil aún es tener que respirar hondo, como lo hace cada día de trabajo, cuando se quejan de los precios de los productos y terminan yéndose sin comprar nada.
El Mercado Municipal de Chaco en un día de actividad

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